Diógenes Orjuela, Bogotá, marzo 7 de 2011
La decisión del joven estudiante y vendedor ambulante tunecino Mahomed Bouazizi, hace pocas semanas de inmolarse en el centro de Túnez, capital del país del mismo nombre, en protesta por los atropellos de la policía del régimen de Zine El Abidine Ben Ali, fue la chispa que desató las más grandes movilizaciones populares de los últimos tiempos en el Norte de África y Oriente Medio, que ya cobraron la caída de los gobierno de Túnez y Egipto, se han extendido a Yemen, Jordania, Bahréin y al momento de escribir este artículo tiene a Libia al borde de una guerra civil.
Después de varios días de protestas del pueblo tunecino, apostado en la más importante plaza de su ciudad capital, el 14 de enero, Ben Alí se vio forzado a huir dejando el poder en manos de un gobierno de transición. Este incluyó a la oposición y excluyó al partido del dictador y debe preparar un proceso electoral democrático y con garantías para la oposición que siempre fue férreamente reprimida, lo cual había permitido la reelección de Ben Alí, sin contrincantes durante los últimos 25 años. Sin embargo más de 100 mil personas han continuado movilizándose en Túnez durante la última semana, exigiendo la aceleración de las reformas y la concreción de garantías para la oposición. Estas movilizaciones ya produjeron la caída del primer ministro Mohamad Ghanucchi encargado del gobierno transicional. Terminó así un régimen que había abierto su mercado interno al libre comercio para regocijo de la multinacionales, privatizó 204 empresas de un sector público sólido creado por su antecesor Habib Bourguiba, creció al 5% anual cuyos beneficiarios fueron la familia del déspota y el gran capital a costa de un desempleo que alcanzaba el 36% en el caso de los jóvenes, el encarecimiento de la canasta familiar, las medicinas, etc. Todo bajo una represión constante a todo intento de resistencia.
Mas tardó en salir huyendo al exilio la familia de Ben Ali de Túnez, con su tonelada y media de lingotes de oro, cuando arreciaron las protestas en Egipto pidiendo la caída de Hosni Mubarak. Los logros de las movilizaciones tunecinas y la celebración del primer aniversario de la muerte del estudiante Khaled Said asesinado a golpes por la policía portuaria mediterránea en Alejandría, animaron a los jóvenes, los sindicatos, los intelectuales y la oposición egipcia a llamar al pueblo a movilizarse tras cerca de tres décadas de represión. Durante 18 días el pueblo egipcio se tomó la plaza de Tahír, la sede de la Televisión estatal y luego el área aledaña al palacio presidencial, creciendo día tras día la multitud, hasta llegar según las agencias de noticias a superara los dos millones de personas. De nada valieron las restricciones en los canales informativos, el bloqueo de las redes sociales, los ataques de los vándalos defensores del régimen, los asesinatos y heridos causados por la policía adepta al dictador. Ni las maniobras de Estados Unidos, Israel y las potencias Europeas por sostener a Mubarak hasta las elecciones de septiembre y tener así un mayor margen de maniobra. La inquebrantable voluntad de lucha y la persistencia de la población en las calles de jóvenes, musulmanes, cristianos, sindicalistas y la oposición en general aglutinados en un solo frente, logró la dimisión y entrega del poder por parte de Mubarak a las Fuerzas Armadas, quienes deben organizar el proceso de elecciones de septiembre en un clima de mayor democracia. Cayó así, el pasado 18 de Febrero después de 29 años de dictadura, Hosni Mubarak el traidor de la causa árabe y el más fiel aliado del imperialismo gringo y el sionismo en el oriente medio, 29 años en los que privatizó mas de 300 empresas, condujo a un desempleo que rondaba el 30%, empobreció a la mayoría de la población y entregó el país a las multinacionales y al capital financiero. Corresponde a las fuerzas opositoras continuar la lucha por darle a los 80 millones de egipcios un gobierno independiente y soberano que reivindique su bienestar y progreso.
Posterior a Túnez y Egipto han arreciado las movilizaciones en Bahréin, Yemen, Jordania y Libia, ricos productores de petróleo y gas. Para todos es sabido que Bahréin, un pequeño Estado miembro de los Emiratos Árabes Unidos controlado por la dinastía Al-Khalifa, de población mayoritaria Chiita, es un incondicional y valioso aliado de Estados Unidos, desde el punto de vista estratégico, puesto que allí esta asentada la V Flota de Estados Unidos, vital para asegurar el flujo de petróleo por el Estrecho de Ormuz y bastión contra el gobierno independiente de Irán. En este país los manifestantes, quienes se han tomado la rotonda Lulú en su capitán Manama, al grito unitario de “Ni Chiíes, ni Suníes, sólo bahreiníes”, exigen a la familia real abandonar el país, en medio de la angustia de Barack Obama, que se mantiene colgado al teléfono de los repudiados gobernantes procurando arreglar el conflicto sin perder el país.
Contrario a lo anterior, los gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea acompañados de la OTAN y la ONU, alientan a la oposición en Libia y exigen el retiro del gobierno del coronel Muamar Gadafi que a diferencia de los gobernantes depuestos, mantiene discrepancias con Estados Unidos y fue en el pasado incondicional de la extinta Unión Soviética.
En estos países del norte africano y del convulsionado Oriente Medio, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, han ejercido su influencia y control a través de un Israel armado hasta los dientes y de gobiernos despóticos y lacayos. El 21 de Noviembre pasado una voz del imperialismo despejó cualquier duda, a quien la tenga, sobre la justeza social de estas rebeliones: “El director gerente del FMI,el español Rodrigo de Rato, pidió integración económica de los países del Magreb”, el objetivo es crear “Una mayor integración, un mercado de mas de 75 millones de consumidores mejoraría la eficiencia económica, atraería mas inversiones extranjeras y brindaría oportunidades comerciales dentro de la región beneficiosas para todos” (Modesto Emilio, Rebelión).
Es por esto que afirmamos que la suerte de estas revoluciones se mide por la distancia que puedan tomar de los gobiernos Estados Unidos y la Unión Europea y qué tanta soberanía recobran para sus naciones. Estos levantamientos populares por sí solos representan ya una afugia para el dominio imperialista, pero este todavía tiene capacidad de maniobra. No es sino ver las declaraciones de Hillary Clinton en relación con la situación de Túnez, Egipto, y Bahréin: «Para todos nuestros amigos en la región, inclusive gobiernos y pueblos, el desafío es ayudar a nuestros socios a tomar medidas sistemáticas para ofrecer un mejor futuro, donde se escuche la voz de los pueblos, se respeten sus derechos y sus aspiraciones se satisfagan”, dijo la Secretaria de Estado el 5 de febrero. “Esto no es simplemente un asunto de idealismo. Es una necesidad estratégica».
El 13 de enero, Clinton les dijo a los líderes árabes, en Qatar, que sus pueblos exigen reformas económicas y políticas e instó a los gobiernos árabes a que trabajen con ellos para generar oportunidades significativas.
Estados Unidos está listo para ayudar a sus socios a tomar «medidas sistemáticas» para producir un mejor futuro que satisfaga sus aspiraciones dijo Clinton, al urgir que la transición «no sólo sea transparente y sincera, sino concreta, para que el pueblo egipcio y nosotros fuera de ahí podamos medir el progreso que se vaya haciendo».
Por el contrario frente a Libia, el gobierno de Barack Obama ha sido reiterativo en exigir el retiro de Gadafi, así como no ha dudado en alentar a la oposición en Irán a que se levante contra el gobierno de Mahmub Ahmadinejad. “La casa blanca ha dicho que Obama y la canciller alemana compartieron sus profundas preocupaciones sobre la continuada violación de los derechos humanos por parte del gobierno libio y el abuso de su gente”. “A Estados Unidos se le acaba la paciencia hay que detener inmediatamente este inaceptable derramamiento de sangre” dijo Clinton, pronunciamientos distintos a los hechos con relación a Túnez, Egipto y Baharein y contrario a la represión severa contra las protestas obreras y estudiantiles de Wisconsin y Puerto Rico.
La doble moral de Estados Unidos ante los hechos que ocurren en esta zona que se extiende desde la región del Maghreb hasta el golfo de Aden, es característica de su ya centenaria historia imperialista y la alarma que cunde entre las potencias imperialistas esta ligada a la importancia estratégica de la zona, por la producción de petróleo y gas vital para Estados Unidos, pero mucho más para sus aliados, la Unión Europea, Japón, Australia y para sus competidores China e India. Se trata del paso por el estrecho de Ormuz, el canal del Suez y la navegación por el Mediterráneo, que cerrados obligarían a rodear África para sacar el crudo del Golfo Pérsico y tener acceso a la cuenca del mar Caspio y sus yacimientos de petróleo y gas. Lo que está en juego es una zona clave para el control del planeta y las potencias están actuando con suma cautela. Los intereses en juego son de tal magnitud que pueden desatarse conflagraciones mayores.
Es importante intentar sistematizar las principales enseñanzas de estos refrescantes estallidos.
• Los levantamientos son contra las dictaduras, la corrupción, el desempleo, la carestía, la ausencia de libertades políticas y la exigencia de tener gobiernos que definan su destino soberanamente.
• Las movilizaciones son convocadas con criterios amplios y unificando a la mayor parte de la población. Es con las masas y la organización de las mismas que se avanza en el logro de los objetivos propuestos.
• Las cifras de crecimiento fijadas por los campeones del liberalismo económico, como fue el caso de Egipto, Túnez y Jordania entre otros y que son objeto de informes elogiosos de las organizaciones financieras internacionales, no pueden enmascarar para siempre la pobreza y el atraso que llevan implícita y que en estos casos contribuyeron a desatar la ira popular. • Frente a la contundencia de las protestas, Estados Unidos y sus aliados optaron por abandonar a sus otrora agentes en la región y prefirieron dedicarse a lograr lo que han dado en llamar transiciones pacíficas, que no es más que el intento de colocar reemplazos que les permitan mantener el control de la zona .
• Es claro que los gobiernos de transición no van a resolver los problemas en Egipto y Túnez y en donde se produzcan relevos. Aquí es en donde la claridad de los convocantes, su sentimiento antiimperialista y el apego por alcanzar estados soberanos y democráticos se pondrán a prueba.
Después de varios días de protestas del pueblo tunecino, apostado en la más importante plaza de su ciudad capital, el 14 de enero, Ben Alí se vio forzado a huir dejando el poder en manos de un gobierno de transición. Este incluyó a la oposición y excluyó al partido del dictador y debe preparar un proceso electoral democrático y con garantías para la oposición que siempre fue férreamente reprimida, lo cual había permitido la reelección de Ben Alí, sin contrincantes durante los últimos 25 años. Sin embargo más de 100 mil personas han continuado movilizándose en Túnez durante la última semana, exigiendo la aceleración de las reformas y la concreción de garantías para la oposición. Estas movilizaciones ya produjeron la caída del primer ministro Mohamad Ghanucchi encargado del gobierno transicional. Terminó así un régimen que había abierto su mercado interno al libre comercio para regocijo de la multinacionales, privatizó 204 empresas de un sector público sólido creado por su antecesor Habib Bourguiba, creció al 5% anual cuyos beneficiarios fueron la familia del déspota y el gran capital a costa de un desempleo que alcanzaba el 36% en el caso de los jóvenes, el encarecimiento de la canasta familiar, las medicinas, etc. Todo bajo una represión constante a todo intento de resistencia.
Mas tardó en salir huyendo al exilio la familia de Ben Ali de Túnez, con su tonelada y media de lingotes de oro, cuando arreciaron las protestas en Egipto pidiendo la caída de Hosni Mubarak. Los logros de las movilizaciones tunecinas y la celebración del primer aniversario de la muerte del estudiante Khaled Said asesinado a golpes por la policía portuaria mediterránea en Alejandría, animaron a los jóvenes, los sindicatos, los intelectuales y la oposición egipcia a llamar al pueblo a movilizarse tras cerca de tres décadas de represión. Durante 18 días el pueblo egipcio se tomó la plaza de Tahír, la sede de la Televisión estatal y luego el área aledaña al palacio presidencial, creciendo día tras día la multitud, hasta llegar según las agencias de noticias a superara los dos millones de personas. De nada valieron las restricciones en los canales informativos, el bloqueo de las redes sociales, los ataques de los vándalos defensores del régimen, los asesinatos y heridos causados por la policía adepta al dictador. Ni las maniobras de Estados Unidos, Israel y las potencias Europeas por sostener a Mubarak hasta las elecciones de septiembre y tener así un mayor margen de maniobra. La inquebrantable voluntad de lucha y la persistencia de la población en las calles de jóvenes, musulmanes, cristianos, sindicalistas y la oposición en general aglutinados en un solo frente, logró la dimisión y entrega del poder por parte de Mubarak a las Fuerzas Armadas, quienes deben organizar el proceso de elecciones de septiembre en un clima de mayor democracia. Cayó así, el pasado 18 de Febrero después de 29 años de dictadura, Hosni Mubarak el traidor de la causa árabe y el más fiel aliado del imperialismo gringo y el sionismo en el oriente medio, 29 años en los que privatizó mas de 300 empresas, condujo a un desempleo que rondaba el 30%, empobreció a la mayoría de la población y entregó el país a las multinacionales y al capital financiero. Corresponde a las fuerzas opositoras continuar la lucha por darle a los 80 millones de egipcios un gobierno independiente y soberano que reivindique su bienestar y progreso.
Posterior a Túnez y Egipto han arreciado las movilizaciones en Bahréin, Yemen, Jordania y Libia, ricos productores de petróleo y gas. Para todos es sabido que Bahréin, un pequeño Estado miembro de los Emiratos Árabes Unidos controlado por la dinastía Al-Khalifa, de población mayoritaria Chiita, es un incondicional y valioso aliado de Estados Unidos, desde el punto de vista estratégico, puesto que allí esta asentada la V Flota de Estados Unidos, vital para asegurar el flujo de petróleo por el Estrecho de Ormuz y bastión contra el gobierno independiente de Irán. En este país los manifestantes, quienes se han tomado la rotonda Lulú en su capitán Manama, al grito unitario de “Ni Chiíes, ni Suníes, sólo bahreiníes”, exigen a la familia real abandonar el país, en medio de la angustia de Barack Obama, que se mantiene colgado al teléfono de los repudiados gobernantes procurando arreglar el conflicto sin perder el país.
Contrario a lo anterior, los gobierno de Estados Unidos y la Unión Europea acompañados de la OTAN y la ONU, alientan a la oposición en Libia y exigen el retiro del gobierno del coronel Muamar Gadafi que a diferencia de los gobernantes depuestos, mantiene discrepancias con Estados Unidos y fue en el pasado incondicional de la extinta Unión Soviética.
En estos países del norte africano y del convulsionado Oriente Medio, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, han ejercido su influencia y control a través de un Israel armado hasta los dientes y de gobiernos despóticos y lacayos. El 21 de Noviembre pasado una voz del imperialismo despejó cualquier duda, a quien la tenga, sobre la justeza social de estas rebeliones: “El director gerente del FMI,el español Rodrigo de Rato, pidió integración económica de los países del Magreb”, el objetivo es crear “Una mayor integración, un mercado de mas de 75 millones de consumidores mejoraría la eficiencia económica, atraería mas inversiones extranjeras y brindaría oportunidades comerciales dentro de la región beneficiosas para todos” (Modesto Emilio, Rebelión).
Es por esto que afirmamos que la suerte de estas revoluciones se mide por la distancia que puedan tomar de los gobiernos Estados Unidos y la Unión Europea y qué tanta soberanía recobran para sus naciones. Estos levantamientos populares por sí solos representan ya una afugia para el dominio imperialista, pero este todavía tiene capacidad de maniobra. No es sino ver las declaraciones de Hillary Clinton en relación con la situación de Túnez, Egipto, y Bahréin: «Para todos nuestros amigos en la región, inclusive gobiernos y pueblos, el desafío es ayudar a nuestros socios a tomar medidas sistemáticas para ofrecer un mejor futuro, donde se escuche la voz de los pueblos, se respeten sus derechos y sus aspiraciones se satisfagan”, dijo la Secretaria de Estado el 5 de febrero. “Esto no es simplemente un asunto de idealismo. Es una necesidad estratégica».
El 13 de enero, Clinton les dijo a los líderes árabes, en Qatar, que sus pueblos exigen reformas económicas y políticas e instó a los gobiernos árabes a que trabajen con ellos para generar oportunidades significativas.
Estados Unidos está listo para ayudar a sus socios a tomar «medidas sistemáticas» para producir un mejor futuro que satisfaga sus aspiraciones dijo Clinton, al urgir que la transición «no sólo sea transparente y sincera, sino concreta, para que el pueblo egipcio y nosotros fuera de ahí podamos medir el progreso que se vaya haciendo».
Por el contrario frente a Libia, el gobierno de Barack Obama ha sido reiterativo en exigir el retiro de Gadafi, así como no ha dudado en alentar a la oposición en Irán a que se levante contra el gobierno de Mahmub Ahmadinejad. “La casa blanca ha dicho que Obama y la canciller alemana compartieron sus profundas preocupaciones sobre la continuada violación de los derechos humanos por parte del gobierno libio y el abuso de su gente”. “A Estados Unidos se le acaba la paciencia hay que detener inmediatamente este inaceptable derramamiento de sangre” dijo Clinton, pronunciamientos distintos a los hechos con relación a Túnez, Egipto y Baharein y contrario a la represión severa contra las protestas obreras y estudiantiles de Wisconsin y Puerto Rico.
La doble moral de Estados Unidos ante los hechos que ocurren en esta zona que se extiende desde la región del Maghreb hasta el golfo de Aden, es característica de su ya centenaria historia imperialista y la alarma que cunde entre las potencias imperialistas esta ligada a la importancia estratégica de la zona, por la producción de petróleo y gas vital para Estados Unidos, pero mucho más para sus aliados, la Unión Europea, Japón, Australia y para sus competidores China e India. Se trata del paso por el estrecho de Ormuz, el canal del Suez y la navegación por el Mediterráneo, que cerrados obligarían a rodear África para sacar el crudo del Golfo Pérsico y tener acceso a la cuenca del mar Caspio y sus yacimientos de petróleo y gas. Lo que está en juego es una zona clave para el control del planeta y las potencias están actuando con suma cautela. Los intereses en juego son de tal magnitud que pueden desatarse conflagraciones mayores.
Es importante intentar sistematizar las principales enseñanzas de estos refrescantes estallidos.
• Los levantamientos son contra las dictaduras, la corrupción, el desempleo, la carestía, la ausencia de libertades políticas y la exigencia de tener gobiernos que definan su destino soberanamente.
• Las movilizaciones son convocadas con criterios amplios y unificando a la mayor parte de la población. Es con las masas y la organización de las mismas que se avanza en el logro de los objetivos propuestos.
• Las cifras de crecimiento fijadas por los campeones del liberalismo económico, como fue el caso de Egipto, Túnez y Jordania entre otros y que son objeto de informes elogiosos de las organizaciones financieras internacionales, no pueden enmascarar para siempre la pobreza y el atraso que llevan implícita y que en estos casos contribuyeron a desatar la ira popular. • Frente a la contundencia de las protestas, Estados Unidos y sus aliados optaron por abandonar a sus otrora agentes en la región y prefirieron dedicarse a lograr lo que han dado en llamar transiciones pacíficas, que no es más que el intento de colocar reemplazos que les permitan mantener el control de la zona .
• Es claro que los gobiernos de transición no van a resolver los problemas en Egipto y Túnez y en donde se produzcan relevos. Aquí es en donde la claridad de los convocantes, su sentimiento antiimperialista y el apego por alcanzar estados soberanos y democráticos se pondrán a prueba.
