Camilo Ruiz Ferro
Representante Diseño Industrial Universidad Jorge Tadeo Lozano
Organización Colombiana de Estudiantes OCE
En uno de esos pueblos muy muy lejanos donde la política no es un negocio, donde los de arriba no hunden a los que no tienen nada, donde se cree que la decencia y la palabra valen algo todavía, vive cierto personaje con un alto puesto en el gobierno local que dedica su poco tiempo libre a ayudar a los demás personajes que viven en su pequeño pueblo y que no tienen la misma suerte que él.
Este personaje, el cuál no quiere dar su nombre porque no le gusta vanagloriarse, que no acepta otra cosa que no sea un gracias, algo testarudo pero con las ganas sinceras de que no sólo él pueda tener una vida sin preocupaciones, sin deudas ni peligros, no desperdicia ningún momento para recordarles a cada uno, desde los más pequeños, hasta los que tienen una vida entera de experiencias, que las cosas no se ganan fácil, que todo lo que vale la pena cuesta pero que eso no debe desmotivarlos sino darles las herramientas para que pasito a pasito se deje atrás la envidia, porque si hay algo cierto es que en este país más gente muere de envidia que de cáncer.
Una de esas tardes, donde el trabajo finalmente queda de lado y esos líos de economía y política parecen abandonarse junto a un abrigo viejo, pero lleno de vivencias, nuestro personaje oye en una conversación entre cervezas de la mesa de al lado, que ese anhelado acueducto del pueblito no iba a funcionar porque sin alguien que sepa como instalar los lavamanos, el dinero y el tiempo estaban perdidos.
Pero un momento, dice uno de aquellos borrachines, en este pueblo vive un supuesto político con ínfulas de mecenas que no para de hablar de buena voluntad y esas estupideces, podemos hablar con los más pobres de este pedazo de tierra, para que con ese mismo discursito cursi que usa los podamos poner a trabajar sin pagarle un centavo a nadie, imagínese, cuando armemos ese acueducto chimbo, podemos sacarle la platica a ese gil y de paso enseñarles a estos campeches que su palabra y decencia no sirven de nada en este mundo de tiburones.
Resulta, que esos personajes, ajenos a la humilde y buena vida de este pueblo, llegaron de una gran urbe llena de problemas, desolación y muerte debido a que eran controlados por pilas y pilas de grandes corporaciones llamadas bancos que se lucran del sudor de cada uno de sus habitantes, con una fachada amable que atrae y al mismo tiempo ahoga con la esclavitud moderna, la deuda, a cada uno de sus desahuciados ciudadanos.
De repente, no solo construyeron un acueducto de pésima calidad sino que engañaron a este pequeño pueblo para que construyeran, bajo su supervisión, grandes vías y trajeran el libre mercado a su atrasado pueblo asegurándoles no solo una vida mejor sino prosperidad para todos.
Cuando todo esto pasó, y la gente se empezó a dar cuenta de que no solo habían acabado con su vida honesta y su sentir, sino con su bienestar ya que sus casitas de toda la vida, ahora pertenecen a esas amables corporaciones de aquellos hombres de corbata, comprendieron que la ambición solo trae desgracias y que tenían que unirse contra ese 1% que les quería quitar el futuro para recuperar no solamente lo que les habían arrebatado sino dejarles un mensaje bien claro, cuando el 99% se une, solo les queda ceder y devolver el poder a los que les pertenece, al pueblo.
Es así como este pueblito humilde, trabajador y cumbiambero, retomó el control no solo de su economía sino entendió que no deben comer entero lo que les dicen esos amables hombres de corbata, y todo gracias a la ayuda sincera de un solo hombre honesto.

