¡Que cese la violencia!

Por: Carlos Rojas

Recientemente , me he levantado con el corazón destrozado por un dolor profundo, un dolor que parece una maldición en Colombia ya que hoy como muchos jóvenes de mi país, me he levantado con mi corazón lleno de dolor de patria.

Un dolor de patria que nace por los ríos de sangre derramados, por la asfixiante pobreza, que sumada a la equivocada decisión de quien empuña las armas los hace posibles, por la indiferencia de un gobierno nacional que protege a los policías al minimizar la responsabilidad institucional  por los actos que cobraron la vida de 10 colombianos y por un presidente que no gobierna sino que ejerce como defensor de oficio de la barbarie y la injusticia.

Que hoy Colombia no tenga ninguna duda, que lo que ha acontecido en Bogotá es una masacre, una masacre que inicio con el asesinato de Javier Ordoñez y que continuó de forma indiscriminada durante 2 días. Una masacre que deja como saldo la muerte de 10 personas, las heridas de otras 72 y la transformación de las calles de Bogotá en el escenario de una violencia inconveniente e innecesaria. Violencia que incluso provino de manifestantes que equivocadamente acuden a ella para reivindicar causas justas y donde la única víctima es la población civil.

Pero las protestas de septiembre (y en general la protesta social), no es la obra de ninguna conspiración  ni de un intento por desestabilizar la democracia o las instituciones del Estado como pretende hacerlo parecer el gobierno de Iván Duque. Lo acontecido hace parte de la apenas normal indignación social por las décadas de impunidad e injusticias ante el ahogo en sangre que sufre la Nación. Se trata de que en lo vivido del 2020 vamos más de 50 masacres acontecidas a lo largo y ancho del territorio nacional. Se trata de que el desempleo ha subido a más del 20% (lo cual implica que más de 4 millones de personas han perdido sus trabajos) y que cada vez son más las personas que no buscan trabajo por el desplome productivo. Este último, que a su vez, es producto de la errónea política neoliberal, dictada por la OCDE y demás organizaciones financieras internacionales, de la apertura económica y los Tratados de Libre Comercio (política en la que Duque insiste queriendo meter al país en un TLC con Japón, Reino Unido y Australia). Se trata de que la deserción en la Educación superior, técnica y tecnológica ya ronda el 24% y de que los agujeros financieros de las universidades públicas se hacen cada vez más grandes ante el abandono de Duque, quien prefiere regalar el dinero público a Avianca u obsequiar recursos naturales como el Páramo de Santurbán a Minesa en vez de financiar derechos sociales. Se trata de que Duque, en un acto autoritario y de enorme lacayismo, pasó por encima de la democracia y la Constitución al permitir el despliegue de un contingente militar gringo en territorio nacional, desconociendo al Congreso de la República, al Consejo de Estado y engañando a la opinión pública para sostener su trampa contra la nación.

La protesta social que hemos visto en las calles a lo largo de estas semanas, corresponde a un fenómeno de causa y efecto ante la miseria hecha ley por el presidente Iván Duque y el Centro Democrático. Siendo las causas, el propio y justificado malestar que han sentido los y las colombianas en lo que podemos definir como la mayor crisis económica, social, política y humanitaria en la historia del país.  Y siendo los efectos, la masiva y pacífica Caravana Nacional del 21 de octubre, una jornada de protesta nacional que pasó a la historia por la contundencia de sus reclamos a favor de la vida y en pro de la soberanía y el desarrollo de Colombia; una jornada en donde brilló la creatividad y el civismo de la protesta y en donde no hubo ningún hecho violento que empañara los justos reclamos de la gente.

Sinceramente creo hoy día, con mi corazón dolido y lleno de dolor patrio, que debemos partir de las pautas aprendidas en ese glorioso 21 de noviembre para lograr las transformaciones que el país reclama con dolor. Debemos unirnos como pueblo en un gran Pacto Nacional para exigirle a Duque que deje de tratar con servilismo a los poderosos del país mientras desata una ola de violencia en Colombia, a que cese en su actitud arrodillada con ese 1% más privilegiado de Colombia que cuenta con el respaldo del intervencionismo norteamericano y a que tome medidas reales para que los sucesos tan funestos del mes del septiembre  jamás se vuelvan a repetir.

Que cese la violencia, esa es la consigna. que cese la perpetua violencia del Estado contra la población civil que solo busca vivir dignamente en el territorio nacional, que cese la violencia contra todos los y las estudiantes, trabajadoras, maestras, líderes sociales  y campesinos, que cese la violencia contra la Oposición que desde sus tribunas en el Congreso no han hecho otra cosa sino defender a los colombianos, que cese la violencia contra la movilización social respaldada por la mayoría de colombianos  que no tenemos otra intención sino el sueño de una nación en donde podamos vivir del fruto de nuestro trabajo y en donde no se nos violente o asesine por el hecho de sentir o pensar diferente.

Sí exigir el cese de la violencia es nuestra consigna, nuestro llamado a la acción es a organizarnos y a movilizarnos civil, masiva, creativa y pacíficamente , ya que como pueblo logramos los cambios sustanciales en la historia al actuar coordinadamente, si nos organizamos y logramos inundar las calles de dignidad el próximo 21 de noviembre próximo, demostrándole al país entero que quienes decididamente salimos a las calles a luchar por una vida digna no somos sus enemigos ni que nos rondan intereses oscuros; sino que luchamos por esa promesa de un país donde el sol salga para todos, entonces habremos hecho historia.

 

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